El SIDA, como todo hecho de la vida, puede ser tomado como una tragedia paralizante ante la cual no hay nada que hacer, o bien, puede ser convertido en una oportunidad para encontrar un nuevo sentido en nuestras vidas. Para lograr lo segundo, tenemos que transformar la visión que tenemos del SIDA como una sentencia absoluta de muerte y convertirla en punto de partida para hacer cambios físicos, mentales y espirituales que permitan incrementar la calidad de vida de las personas involucradas.
Para la mayoría de las personas en nuestra sociedad, existe una gran identidad entre ejercicio de la sexualidad y VIH/SIDA. Esta situación es parcialmente cierta, en cuanto que el 80% aproximadamente, de los casos de SIDA en nuestro país han sido originados en una transmisión sexual del VIH y porque esa sigue siendo la que origina la mayoría de los nuevos casos de transmisión del VIH que se producen cada día. Más aún, la identificación SIDA = Sexualidad se ha Dado en Torno A: SIDA = Sexualidad No Reproductiva Y Placentera, lo que en nuestra sociedad(por considerar que el ejercicio de la sexualidad es malo y solo se justifica por el fin reproductivo) convierte a la persona que vive con SIDA en una "víctima culpable" a la que hay que se le pueden quitar derechos, entre ellos el derecho humano a ejercer su sexualidad con responsabilidad y placer.
Así la sexualidad de una persona viviendo con VIH, esta enmarcada por el hecho de que hay un deterioro progresivo de la salud en general que limita este ejercicio, por el hecho de que deben tomar medidas para evitar nuevos contagios, ya que en cada acto de amor y/o pasión, puede transmitirse el virus, si no se toman medidas adecuadas de protección y sobre todo, por la "muerte civil" que muchas personas viviendo con VIH padecen y que, erróneamente hacen suya.
Cuando una persona se entera que vive con SIDA, pueden aparecer en ella diversos sentimientos relacionados con el duelo que implica saberse con una enfermedad que ha sido clasificada como progresiva y mortal. Estos sentimientos incluyen ansiedad, depresión, incertidumbre, agresión, victimización y miedo a la muerte. Todos estos sentimientos repercuten en nuestra sexualidad y la transforman.
Entre las transformaciones que sufre la sexualidad de una persona que se sabe viviendo con SIDA, podemos experimentar situaciones en las que el deseo sexual desaparece, otras ocasiones el deseo permanece, pero por miedo a infectar a otras personas, o a reinfectarnos podemos decidir no ejercer nuestro deseo, lo que nos lleva a abstenernos de ejercer nuestro deseo sexual.
En otras ocasiones, el sentimiento de coraje, si no hay un adecuado apoyo psicológico, puede transformarse en un deseo de "desquite" a través de infectar a otras personas. En este caso, el deseo puede o no incrementarse. Por la actividad sexual se incrementa, junto con el numero de parejas sexuales en relaciones ocasionales. Obviamente, no solo se incrementa la actividad, sino también los riesgos de transmitir el virus y de reinfectarse o infectarse por otras enfermedades, lo que acelera el desarrollo de la enfermedad hacia el SIDA.
Otra situación que puede presentarse es la de la perdida de la pareja, sea porque nos hemos enterado de que estamos infectados, en el momento en que nuestra pareja enfermo
Si falta alguno de estos elementos, no se puede producir la infección por vía sexual, y tampoco puede ocurrir si las vías de entrada se encuentran bloqueadas por algún tipo de pared que las cubra o si los caminos son cortados o los vehículos detenidos. Así pues, para evitar el contagio podemos utilizar diversas estrategias:
1. La abstinencia sexual, es decir el no tener ningún tipo de contacto sexual con ninguna otra persona, ni con uno mismo. Esta estrategia puede ser útil para algunas personas que consideran que la sexualidad es algo que no pueden realizar mas por vivir con el virus del SIDA. Tiene la ventaja de que no implica costos adicionales y de que es efectiva para impedir la transmisión sexual del VIH. La desventaja de esta opción son los altos costos emocionales y en términos de relación que implica y, sobre todo, SU ALTO INDICE DE FALLAS, ya que mucha gente que opta por la abstinencia, en condiciones de alcohol o de encuentro afectivo intenso, olvida su propuesta y accede a practica sexuales desprotegidas.
Por ello, aunque se haya optado en primera instancia por la abstinencia, toda persona debe conocer los métodos de sexo protegido y sexo seguro.
2. El autoerotismo, es decir caricias que nos proporcionamos a nosotros mismos y que pueden ser acompañadas de estímulos visuales, verbales o de la fantasía para producir excitación u orgasmo. Podemos en estos casos utilizar diversos juguetes sexuales que van desde los dildos, consoladores hasta muñecos y muñecas inflables. Obviamente es muy importante para disfrutar de estas opciones, recuperar el sentido lúdico que posee nuestra sexualidad.
3. El llamado Sexo Seguro que consiste en todas aquellas técnicas para compartir estímulos táctiles, visuales, auditivos y olfativos con una o varias parejas sexuales en las cuales se evita la penetración del pene en otro cuerpo y se evita asimismo el intercambio de fluidos corporales entre un cuerpo y otro. Esto incluye caricias de todo tipo, salvo aquellas en que se introduzcan dedos o el pene en cavidades corporales como el ano, la vagina o la boca.
4. El llamado sexo protegido, que consiste en aquellas practicas en las que hay penetración del pene en el cuerpo de otra persona, evitando a través del uso de barreras, como el condón, el kleen pack o los cuadros de látex, que los fluidos corporales lleguen a alguna herido o mucosa.
Es a partir de estos conocimientos que ha sido posible plantear los siguientes cuatro principios de una Vida Erótica Protegida, que defino como: "El conjunto de actitudes, conocimientos y practicas que nos permiten el ejercicio de nuestro deseo sexual y la obtención del placer, disminuyendo al máximo posible el riesgo de adquirir enfermedades de transmisión sexual, así como evitar embarazos no deseados o no planeados"
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